Territorio, modelo social y luchas ecológicas: un ciclo de conflicto

Comunicado tras los II Encuentros Ecosocialistas de Anticapitalistas

La lucha por una transformación ecosocial de la sociedad, de sus relaciones internas y del encaje en los ecosistemas naturales se encuentra en un momento de inflexión. Decir esto puede ser sorprendente en un momento en el que los sectores más movilizados de la sociedad salen de un ciclo muy politizado en el que diversas herramientas han propuesto una serie de objetivos políticos demasiado vinculados a lo electoral, y sin duda demasiado frustrantes para los movimientos sociales.

Sin embargo, el escenario ecológico se ha ido modificando en estos últimos años. Cambio climático y energía son los dos frentes más acuciantes, en un marco en el que la pérdida de diversidad, la escasez de materiales o la saturación de residuos son problemas de gran envergadura y que exigen soluciones urgentes. El papel que han jugado las organizaciones ecologistas ha sido clave, tanto en la producción de información fiable – mucho más que la de las instituciones – como en el mantenimiento de núcleos organizados que siempre han aguantado el pulso del capitalismo más salvaje. Pero las consecuencias más directas de la crisis ecológica empiezan a mostrarse y caen por su propio peso: el larguísimo verano que asoma desde febrero, las altas temperaturas o el crecimiento de ciclones y otros fenómenos naturales aparecen como una demostración de que ya no se trata de “el mundo que dejamos a nuestros nietos” sino de lo que nos jugamos en el futuro inmediato.

Esto es lo que han asumido con fuerza las movilizaciones estudiantiles que bullen por toda Europa, que pueden ser el primer foco de la movilización global que necesitamos. Una cuestión de subjetividad social que se dispara con una fuerza que parecía impensable hace unos años, y que la situación de crisis ecológica generalizada ha puesto definitivamente en primer plano.

Los estados e instituciones oficiales apenas se centran en la crisis climática, y parecen asumir que se desatará con una subida de la temperatura media por encima de los 2 grados. Esto, en un momento en el que los estudios técnicos del IPCC nos indican que el límite para una crisis no reversible sería de 2, sino de 1.56º Informe del IPCC https://www.ipcc.ch/sr15/). Por lo tanto, se ensancha la brecha entre el diagnóstico y las conclusiones políticas: mientras el primero se recrudece e indica necesidades más radicales, las posiciones políticas se hacen más conservadoras y juegan todo a la carta de unas improbables soluciones tecnológicas que aún no están ni siquiera desarrolladas.

En parte por esta fractura, que genera un enorme desfase entre las necesidades y los compromisos reales, y en parte por el desgaste de casi tres décadas de cumbres climáticas, el resultado es un descrédito institucional bien ganado y la convicción de que, sin la movilización, no habrá cambios.

Las organizaciones y colectivos activistas también se mueven: es significativo que los Encuentros Ecosocialistas de Lisboa recogieran proyectos de movilización en torno al cambio climático de diversa índole (en lugar de análisis más teóricos) aunque sin duda el tema de mayor impacto para este año parece ser la campaña By2020WeRiseUp (Para el 2020 nos ponemos en marcha) que busca organizar una lucha a escala europea y que bien podría generar una sinergia de fuertes proporciones si sabe articularse con la movilización juvenil.

Las luchas por el territorio siguen, por otra parte, vivas y con fuerza para alcanzar victorias, como sucedió el año pasado contra el proyecto de mina de uranio en Retortillo, y otro tanto se puede decir de la cuestión nuclear, abierta y en plena disputa por el calendario de cierre, o de los proyectos de transformación del modelo urbano.

Toca, por lo tanto, trabajar sobre este escenario de lucha y movilización, siendo conscientes de que la evolución de la lucha social no es lineal pero que se están abriendo brechas en el modelo actual. Después de décadas en las que el neoliberalismo aparecía como un modelo civilizatorio indiscutido, sus peores efectos se están evidenciando en la incapacidad del capital para mantener los márgenes de beneficio y en la creciente explotación de trabajo y naturaleza. Hay una brecha entre la percepción social de la crisis ecológica y la imposibilidad del capital para asumirla, y en esa conjunción de factores objetivos y subjetivos radica la posibilidad de una transformación.

Por todo esto, hay un punto de inflexión, una oportunidad que tendrá un tiempo y unos sujetos concretos. Las tareas en este escenario son claras: agrupar en espacios amplios que superen la tibieza de las fuerzas electoralistas con radicalidad revolucionaria, construir en un plano abierto y mestizo y crear un horizonte compartido de ajuste a los límites de los ecosistemas, redistribución de recursos y de vida buena para todas.