En defensa de la ley trans, por el derecho a decidir

Comunicado de Anticapitalistas

En las últimas semanas la ley trans ha vuelto a ponerse en cuestión, al presentarse un borrador que tendrá que pasar por los trámites para su aprobación. El reconocimiento de los derechos de las personas trans se ha convertido en una batalla central y la nueva ley recibe ataques de la derecha y de sectores que dicen ser de izquierdas y feministas, cuyos argumentos se parecen demasiado.

Todos recordamos el autobús naranja de Hazte Oír: “Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva, que no te engañen” a lo que seguía “si naces hombre, eres hombre; si eres mujer, seguirás siéndolo”. Las declaraciones de Carmen Calvo vienen a recoger los argumentos que desde hace un tiempo venimos oyendo y que reivindican el sexo biológico como inmutable, construyendo un relato acerca de cómo los derechos de las personas trans suponen una amenaza para los derechos de las mujeres y cómo la teoría queer es un caballo de troya en el feminismo. Ese lobby de la “ideología de género”, con una agenda oculta y siniestra, del que nos advertían desde la derecha más rancia y conservadora.

Los derechos de las personas trans no ponen en cuestión otros derechos, ni los de las mujeres ni los de nadie. Históricamente no hay ni un solo ejemplo de cómo el reconocimiento de derechos de unos colectivos haya supuesto la merma de otros derechos. Lo que se pone en cuestión son los privilegios de quienes venían estando arriba. La ley trans no borra derechos, borra privilegios. No borra a las mujeres, borra al patriarcado, o al menos cuestiona elementos clave de éste, al poner patas arriba las normas de género.

Entre el autobús de Hazte Oír y hoy hemos tenido un movimiento feminista que cada 8M cogía más fuerza y en el que han irrumpido mujeres que han reclamado su espacio en el movimiento feminista, reivindicando su parte de protagonismo. Las trans, las racializadas, las migrantes, las trabajadoras más precarias e invisibles, etc, etc, etc. Mujeres a las que el feminismo institucional y liberal no daba voz. Quienes hoy reparten carnets de feministas son aquellas que vieron tambalearse su hegemonía en el movimiento feminista. Un movimiento feminista más inclusivo que supone reconocer la diversidad entre las mujeres, que las violencias nos golpean de manera distinta porque tenemos cuerpos y realidades distintas. El movimiento feminista se escribe en plural.

Entre ese autobús y hoy también hemos visto cómo los discursos de odio han ganado espacio. No solo en escaños sino calando en el día a día de una crisis que la pandemia ha profundizado, frente a una izquierda débil y desorientada que busca enemigos dentro y no fuera. Los derechos y libertades sexuales son un campo de batalla en una crisis en la que está en juego la capacidad de acumulación del capital, que se basa no solo en la acumulación de beneficios sino que éstos dependen también del control sobre nuestros cuerpos y nuestra sexualidad. El sistema necesita orden y su orden pasa por negar nuestra diversidad. La existencia de cuerpos trans pone en cuestión el orden “natural” que solo reconoce la existencia de dos cuerpos posibles, hombre y mujer, que se entienden como complementarios, cada uno con un rol social, y uno subordinado al otro y bajo unas normas. El género como construcción social cuestiona ese orden “natural” y no lo dice la teoría queer, lo dice el movimiento feminista desde su primera puesta en escena y lo que quiere decir es que la opresión de las mujeres es un hecho histórico y como tal se puede cambiar, al igual que la heteronormatividad o qué identidades y cuerpos reconocemos.

Ese autobús hizo responder a un movimiento trans que no estaba dispuesto a ceder los derechos que ya había conquistado. La nueva ley es fruto de años de lucha del movimiento trans. La ley de 2007 se queda corta, al requerir un diagnóstico de disforia de género y dos años de tratamiento médico para acomodar la apariencia física a la identidad  de género correspondiente, y genera inseguridades jurídicas además de desigualdades territoriales al haber ya leyes autonómicas que reconocen lo que a nivel estatal aún no es ley pero lo será. La ley trans es y será ley. 

Que hoy el 15% de los millenials se declaren como no binarios no tiene que ver con una agenda oculta ni ningún caballo de troya. Tiene que ver con que tanto el movimiento feminista como el movimiento LGTBIQ+, y en concreto el movimiento trans, han logrado redefinir los roles de género y las identidades, le pese a quien le pese. Cuando las mujeres dejamos de encajar en el molde que nos asignaron y ponemos en cuestión lo que es ser mujer ganamos todas, todos y todes. Cuando las personas trans reivindican que hay muchas maneras de ser trans, que no todas tienen por qué rechazar su cuerpo o querer cambiarlo, ponemos en cuestión esos roles y ganamos terreno al patriarcado porque hacemos tambalear su “orden” natural y sus normas.

Eso es lo que cambia la nueva ley. El derecho a ser quienes somos y a que la sociedad nos reconozca por ser quienes somos es un derecho fundamental de toda persona, sin ninguna traba, y que hace posible el acceso real a otros derechos, el derecho a ser igual y a tener los mismos derechos que todas las personas. Que la nueva ley elimine el requisito de un diagnóstico psiquiátrico y de un tratamiento médico es una reivindicación histórica del movimiento trans, de la misma forma que ha sido una reivindicación histórica del movimiento LGTBI el conseguir que la homosexualidad dejase de ser una enfermedad o la reivindicación histórica del movimiento feminista de la despenalización del aborto y el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y si queremos ser o no madres. El derecho a ser quienes queramos ser, a vivir nuestras vidas como queramos vivirlas, desde el reconocimiento de nuestra capacidad para tomar nuestras propias decisiones, sin que necesitemos el visto bueno de un psiquiatra o que necesitemos eliminar toda sospecha de engaño o criminalidad.

La ley trans es un paso fundamental para el reconocimiento de derechos de las personas trans. El derecho de autodeterminación sobre nuestras vidas, sobre nuestros cuerpos y nuestra propia identidad. Y es solo un paso más, de los derechos formales a los derechos reales hay mucho por pelear. Esta ley no es el objetivo final, es un paso más. Y a pesar de avanzar sobre cuestiones centrales es cierto que deja otras muchas aún por conseguir, como que incluya a las personas migrantes. Además, sabemos que las leyes y políticas de reconocimiento deben ir acompañadas por políticas estructurales que eliminen las barreras que día tras día las personas trans se encuentran. Esta ley es solo una batalla, nos quedan muchas y nos encontraremos en las calles para darlas.

¡Ley trans estatal ya! ¡La ley trans será ley!

¡Nuestros cuerpos y nuestras vidas importan!