Felipe no se puede

Pepe Gutiérrez

 

No hay duda que lo peor que tiene la marea independentista catalana es que está resultando abrumadora, mayoritaria electoralmente, en las instituciones, sobre todo en la calle pacíficamente. De no ser así, la respuesta seguiría siendo la de antes: en democracia todo es posible, preséntense ustedes a las elecciones…Tampoco habría mucho que hablar sí los que están en contra tuvieran una representación equivalente, entonces se podría hablar de dos mitades enfrentadas aunque los conflictos fuesen menores que cuando el Barça y el Madrid se disputan algún título.

No hace tanto, ese era lo que decía Felipe a sabiendas que los independentistas eran una minoría, como en Euzkadi. Pero ya no es así y los felipes regresan al punto interior: a Tarradellas, el único republicano querido por la derecha porque les resolvió una papeleta: cerró el ciclo militante de los setenta y abrió las puertas al ciclo convergente de después. Luego vino el Tripartit, el llamar a la puerta del Estado para decir por las buenas: Miren ustedes esta autonomía es insuficiente. Lo decían cuando para los planes estructurales todavía era demasiada autonomía. Desde entonces, la correlación de fuerzas se ha desplazado hacia el independentismo. Los del derecho a decidir han subido mientras que los de España una, han bajado. Cuando tratan de sacar sus banderas se retratan casi como marginales.

Esto no habría sido posible sin la movilización de la Cataluña societaria, sin el concurso y la complicidad de buena parte de la catalanidad que sigue teniendo el castellano como lengua madre; es el derecho a decir más la inquietud por los derechos sociales que se han ido pe4rdiendo mientras que la izquierda institucional y los sindicatos negociadores se han colocado. Esto sucede en un momento en el que se abre un nuevo ciclo, de agotamiento del régimen del 78, de ahí la carta de Felipe, su tono crispado, de mal talante. El propio de los barones que son socialistas porque tienen en la sede una fotografía de Pablo Iglesias, porque cuando toca –sobre todo en la oposición- hablan con lengua de serpiente de. Derechos sociales, de igualdad, de justicia bla, bla, bla.

¿A que vienen esas acusaciones arbitrarias sobre una Albania despreciada y una Alemania e Italia de los años treinta? ¿Es que ya no funciona aquello de sin acritud, del buen talante, del diálogo? Pues no, no funciona- Es más funciona pero al revés desde el momento en que el diario de la carta-editorial lo primero que hace es subrayar la airada reacción del núcleo duro de los que tienen mayorías electorales y la gente en la calle. Claro es que todo funciona al revés o es que hay una palabra de verdad en el historial del Felipe gobernante, aquel señor que declaraba que él no era socialdemócrata sino socialista. El mismo que, entre otras muchas cosas, juró que él dejaría el poder con el mismo dinero con el que había entrado.

No se trata de palabras fuera de contexto. De excrescencia impropias en un redactado respetuoso con una apuesta que cuenta con el soporte de la mayoría de la ciudadanía. Son palabras que se han convertido en la regla, están en línea con las que pronunció al inicio del proceso el secretario socialista de entonces, el hoy olvidado Pere Navarro que presumía ser “federalista y de izquierdas”, aunque, como se pudo ver no lo creía mucha gente, ni tan siquiera en el área metropolitana, aquella que heredaron de la decadencia del PSUC.. lo están igualmente con las declaraciones de Marcelino Iglesias que en medio de un ejercicio etílico verbal acusó al “hipernacionalismo (que) costó a Europa cien millones de muertos” así como a las “guerras civiles”; palabras de la misma calaña que las pronunciadas por otros barones de la estirpe de José Bono y Francisco Vázquez que se comparando a los castallanoparlantes cono los “judíos” en la época de la solución final…También Felipe se refiere a qué se empiezan a oír voces de rechazo a los que no tienen “pedigrí” catalán.

¿Qué revela esta carta publicada en el País y no precisamente en el espacio “de los lectores?. Revela el mal humor de las élites que, tal como expresó claramente el finado Sr. Botín (raramente un nombre fue tan ajustado), cuando declaró que lo de la Podemos lo de Cataluña le estaba quitando el sueño. También revela todo aquello de lo que Felipe no quiere hablar, por ejemplo de la corrupción (no ha olvidado sus pactos con CiU y no dice media palabra sobre la saga de los Pujol y demás), eso sí habla de leyes olvidando como no podía ser menos que representa a un partido que en la mitad de los años ochenta selló con el PP a acuerdos judiciales tales que solamente se pudiera perseguir a los robaperas. Revela su estupor airado ante el espectáculo del creciente retroceso de su partido que lo prometió con tal éxito que ahora hasta los más ledos están comprobando sus consecuencias.

Revela su servicio a los poderes ocultos, su desprecio hacia la democracia cuando esta es asumida desde abajo.

Esta carta es un proclamación del no se puede que Felipe repitió desde que llegó a la Moncloa. Es una piedra contra su propio tejado, si no que pruebe a pasar a pie entre la gente de la calle.