¿Tirititeros culpables? ¡Recordad el caso Dreyfus!

Pepe Gutiérrez

La historia de los montajes judiciales es larga y tenebrosa, los ha habido en todos los tiempos, pero ninguno ha alcanzado la celebridad del “affaire Dreyfus”, quizás porque acabó bien cuando en 1906 los tribunales civiles, anulando el fallo de los militares, dieron el veredicto final: Alfred Dreyfus no era culpable de traición, sí existían culpables eran los que habían realizado el montaje. Pero estos tampoco escaparon al veredicto de la historia que se manifestó a través del manifiesto conocido como Yo acuso, firmado por Émile Zola, quizás el más emblemático de los intelectuales comprometidos. 1/

Antes había tenido lugar un proceso que transcurrió a lo largo de doce años y que fue conocido como el “affaire Dreyfus”, un proceso que conoció una repercusión internacional, por ejemplo en el Reino de las Españas, también dividida entre partidarios y detractores del capitán judío. 2/ Para los marxistas rusos, la actuación de Émile Zola causó una profunda admiración. Lenin lo citaba como referente ante los casos propios (según la Kruspkaya llevaba una foto del escritor en la cartera”, como el “caso Beilis” que movilizó la opinión pública mundial obligando a la corte zarista a absolver a los principales acusados, un tema que daría lugar a una novela de Bernard Malamuth, The Fixer con la que ganó el Premio Pulitzer en 1968 y que fue llevada al cine. 3/.

Todo comenzó en 1894 cuando una empleada de la embajada alemana en París encontró documentos militares franceses en un cesto. Los investigadores del ejército concluyeron que el espía debía ser un oficial artillero y el joven capitán Dreyfus se erigía como el perfecto sospechoso: un semita además de alsaciano. (Alsacia era una región franco-germana y sus habitantes eran a menudo sospechosos de simpatizar con Alemania.) El antisemitismo estaba extendido por toda la Francia profunda, la monárquica y católica integrista; acusando a un “extranjero”, el ejército alejaba cualquier sospecha de sí mismo. La prensa de derechas y el gobierno reclamando su sangre, de manera que Dreyfus fue procesado y condenado a cadena perpetua sin mayores problemas. Dos años después, un nuevo jefe del departamento de inteligencia francés descubrió una evidencia que implicaba a otro oficial implicado. Éste fue procesado, pero su absolución había sido pactada con antelación. El espionaje francés descubrió además que los alemanes habían recibido documentos secretos entregados por un militar francés, en base a lo cual un inspector Clouseau reaccionario llegó a la conclusión de que Dreyfus era el culpable. Todo indicio era una difusa D. Un consejo de guerra de los de siempre condenó al capitán judío (a por traición, fue expulsado del ejército y enviado de por vida al presidio de la Isla del Diablo (Guayana), un lugar que los lectores podrán ver descrito en la célebre novela, Papillón. 4/

Tras el juicio militar, el novelista Émile Zola, que, animado por el escritor judío anarquista Bernard Lazare, se encontraba entre el pequeño grupo de defensores de Dreyfus, escribió su J’ accuse, una carta abierta al presidente de Francia detallando todo lo que era falso en el caso Dreyfus. Zola fue condenado por difamación y desterrado a Inglaterra desde prosiguió su campaña. Cuando uno de los acusadores originales de Dreyfus se suicidó (tras confesar que había falsificado pruebas), el gobierno se vio obligado a reabrir el caso. Sin embargo, el tribunal militar se negó a considerar Dreyfus no era culpable. Entonces el gobierno tuvo que indultarlo, por lo que Dreyfus continuó luchando por su absolución. Lo consiguió siete años después en un tribunal civil. Luego, durante la “Gran Guerra”, Dreyfus se mostró como un ardiente patriota, pero Zola no tenía culpa de ello. Además, tampoco lo pudo ver: fue asesinado como se pudo saber muchas décadas más tarde.

El “affaire” tuvo importante consecuencias. El rechazo popular por la persecución de Dreyftr desembocó en la separación de la Iglesia y el Estado en 1905 y facilitó el camino del gobierno a los partidos de izquierda franceses, pero ante todo y sobre todo fue una victoria histórica de la conciencia crítica. Un ejemplo como los poderes fácticos pueden ser derrotados con la verdad y con la movilización popular, en un referente para muchos de los casos de injusticia establecida como lo puede ser el “caso” de los titiriteros condenados por señores de la misma especie que aquellos que clamaban contra Dreyfus, los Inda, ABC y Fernández Díaz de la época.

Notas

1/ El texto integro junto con una extenso recopilación ha sido editado en numerosas ocasiones. Quizás la más asequible sea la de El Viejo Topo, Yo acuso, con prólogo de Maurice Blanchot y traducción de JosepTorrell.

2/ Existe una recopilación efectuada por Jesús Jareño López, El “affaire Dryfus” en España, 1894-1906 (Ed. Godoy, Murcia, 1981) en el que se recogen textos de todos los componentes de la llamada “generación del 98”, de Pablo Iglesias, Blasco Ibáñez, Luis Bonafoux, etcétera. Se puede encontrar en: https://books.google.es/books?isbn=8492820209

3/ La obra fue editada en castellano como El hombre de Kiev que fue igualmente el título de la película (1968) dirigida por John Frankenheimer. Con Alan Bates, Dirk Bogarde, Hugh Griffith, Ian Holm, Jack Gilford, Elizabeth Hartman, David Warner,

4/ Detalle al canto: en 1981 entrevisté a un militante anarquista que había pasado cerca de treinta años en la cárcel por una tentativa para matar a Franco, y entre las cosas que me contó figuraba la apreciación que lo que contaba en esta novela no era nada para lo que él había llegado a conocer